miércoles, 15 de abril de 2020

¿Y las nuevas temporadas?

Un blog que analiza el show no puede ignorar hacer referencia a los "nuevos" Simpsons. El programa ya tiene más de treinta temporadas, y quienes acompañamos ese largo recorrido podemos sentir que nuestra experiencia en la vida siempre ha tenido a la familia amarilla en algún espacio. Como dicen algunas publicidades, más que seguidores, somos fieles. Pero ¿seguimos todos al mismo show? En algún momento (y el momento varía de seguidor en seguidor), el show se convirtió en otro. A veces algo distinto, un poco variado, pero en otras, ya en un show radicalmente opuesto.
Debemos admitirlo, Los Simpsons que se estrenan hoy en día son otro programa ¿Eso lo hace peor o mejor? No lo creo. Simplemente lo hace algo distinto, y a quienes gustan de mirar drama-comedias, con humor fácil (y escaso) y un guión predecible (a veces por pecar de repetitismo), entonces encontraran que las nuevas temporadas son maravillosas.
No es mi caso, yo amé el show que seguí en los 90' porque tenía algo que los otros no: eran inciertos. Lisa dice "es un final triste o un final feliz", mientras ve al señor Burns alejarse con su osito Bobo. Pues, era un final "y basta" (gracias Marge por haber sido tan específica). En Los Simpsons había un mensaje, pero estaba debajo de todas las capas de humor inteligente, de crítica sagas, de diálogos memorables. No te decían que algo estaba mal, sino que te dejaba descubrirlo, y a la vez, la duda picosa de ¿estarán queriendo decir eso? Eran hermosos. Y como la realidad, no admitía juicios morales en sus conclusiones ¿Está bien que Patty prefiera la compañía de su hermana Selma antes que la Skinner, que la ama? ¿Sirvió de algo la experiencia del monorriel? ¿Krusty pagó el horror del campamento? Los Simpsons nos servían el dilema moral y nos hacían preguntarnos ¿Prohibir el alcohol es una forma de atacar nuestro "derecho a beber"? ¿No habían buscado prohibir el alcohol porque la salud y el orden eran más importantes? ¿Qué nadie quiere pensar en los niños?
Pero todo eso se fue. Víctimas de una obviedad que nos resulta insultante, hoy nos gritan lo que quieren decirnos. Y buscan que todo termine de forma incierta porque no tienen la menor idea de cómo salir del embrollo. Y por eso no me gustan. Pero de nuevo, a otros tal vez sí, y están en su derecho (como yo estoy en mi derecho a beber, señor Pez -o Banner-). En el blog haremos uso de todas las temporadas, porque nos guste o no, todas son parte del show.
En lo personal, considero canónicas las primeras siete, la octava es de exploración y tránsito, y a partir de la nueve (hasta la décimo tercera) el declive. De ahí en más, un show sobre una familia amarilla, que no me dice nada.

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